sábado, 16 de abril de 2011

EL ARREADOR


En conjunto la manada, a una voz del arreador, en el redil temerosas dan su si vigoroso de obediencia y amor. Cánticos de alabanzas al señor todo poderoso implorando sus perdones para ser merecedora de sus gratos, sabios, dones. Ante tal perspectiva el rebaño risueño sale por los caminos de la pradera de ensueño gravada en el pensamiento. Pierde esperanza la manada de que exista tal pradera, pues ve al que las arrea caer en perversos actos que él les condena. Confusa la manada se revuelve enloquecida, deja sus huellas, latentes, por donde quiera que pisa sin llegar a distinguir la verdad de la mentira.
 Leonor Rodríguez Rodríguez.